Sellar la herida
En Sellar la herida, el poeta comprende en demasía la función emotiva del lenguaje, su alevosía es esta: “soldar la angustia fragmentada”, despojándose del dolor “destilando lágrimas que caen como piedras”. Si la palabra escrita adquiere grandeza es porque se vierte firme y decidida a remecer al lector. Escribir poesía es una hazaña, salir vivo al borde de la locura es una de las posibilidades. El ejercicio poético invita al lector a explorar, a identificar el dolor y la pérdida y en este sentido el lenguaje poético que nos obsequia el autor es justo y denota un proceso creativo intenso. Y en este sentido somos testigos de la inquietud que provoca la escritura poética. Los énfasis en las afirmaciones nos permiten indagar en la intimidad, en la intensidad de la palabra asfixiada en el dolor, en la pérdida irreparable, en la ausencia, en lo cotidiano, en la forma en que nos paramos frente al mundo. Hay riqueza poética, aquella que se logra con la sencillez de la verdad. La apuesta es inconmensurable, ¿el dolor se disipará si el proceso poético termina? No lo sabemos, porque la poesía toma sus propios rumbos, susurra, envuelve, ahoga, alivia, contiene, grita, ríe... desaparece para regresar sin aviso.
Ángeles Barrera Jofré