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ISBN 978-956-19-1351-6

Aura latente
Estética, ética, política, técnica

Autor:Escobar, Ticio
Editorial:Universidad de Chile
Materia:Las artes bellas artes y artes decorativas
Público objetivo:General
Publicado:2025-05-30
Número de edición:1
Tamaño:5Mb
Precio:$10.000
Soporte:Digital
Formato:PDF (.pdf)
Idioma:Español

Reseña

El post scríptum de Aura Latente de Ticio Escobar y estas líneas mías dedicadas a su insinuante trama de conjeturas y arabescos del pensamiento en torno a estética y política, se escribieron en la situación de temor e incertidumbre, de suspenso, en que la pandemia del Covid-19 sumergió el planeta entero. La pandemia expuso la globalización capitalista a un completo desarreglo de sus procesos de acumulación y expansión económicas, llevando a la casi paralización los flujos de velocidad que hacen circular todo lo que se intercambia globalmente según ritmos productivistas y consumistas que, hasta ahora, se concebían a sí mismos siempre crecientes, indetenibles. Las ciudades internacionales se fueron vaciando de habitantes hasta convertirse en decorados fantasmas de algún cine post-apocalíptico. Sus tránsitos urbanos fueron intervenidos por dispositivos de control y vigilancia a cargo de fuerzas policiales y militares que, en los países del Cono Sur, llevan aún estampada en sus uniformes la memoria de la represión dictatorial. La temporalidad que agitábamos como historia en curso cayó en un abismo de desconcierto al verse obligada a pasar del vibrante clima de expectativas político-sociales en torno a la reinvención de la democracia (esta era la situación detonada por la revuelta social de octubre de 2019 con su camino a la Asamblea Constituyente en Chile) al secuestro del cotidiano operado por las cuarentenas con su tiempo fuera del tiempo, recluido y estacionario, en pasiva espera de un “después” que nos cuesta visualizar porque carecemos de proyecciones a futuro. Desde ya, como dice T. Escobar, “no existe una línea, cruzada la cual comenzaría el día después”, sino puntos suspensivos que nos da miedo rellenar porque lo que viene se tiñe de amenazas. El mundo ordinario se volvió tele-comunicado llenándose de tecnologías a distancia que convierten las redes electrónicas en mezquinos sustitutos de sociabilidad hechos para multiplicar los contactos virtuales, desmaterializando la experiencia sensible de los cuerpos que acostumbran re-conocerse en la proximidad del estar-juntos.

En medio de este siniestro que afecta el mundo entero en sus distintas escalas de funcionamiento y representación, alguien podría estimar que no es prioritario ni siquiera oportuno reflexionar sobre el arte y sus meandros por tratarse de una digresión ociosa frente a las vicisitudes y urgencias llamadas “hambre”, “cesantía”, “privación de derechos sociales” y otros. Este libro de T. Escobar nos convence de que no es así debido, entre otras razones, a cómo el autor asocia siempre el arte al “imperativo ético-político de encarar con responsabilidad los tiempos venideros”: no dibujando horizontes con líneas rectas en la persecución de una finalidad-totalidad predeterminada, sino entrecortando los caminos que nos llevan hacia atrás y hacia adelante con bifurcaciones múltiples entre lo deseable (las utopías de una reconfiguración de mundos) y lo posible (las ranuras críticas a través de los cuales actuamos nuestra disconformidad con los poderes dominantes). Toda la reflexión contenida en este libro nos confirma por qué el arte, así como lo concibe exigentemente T. Escobar, nos sirve para desplegar figuraciones y pensamientos especialmente aptos para incursionar en los distintos pliegues de la crisis entendida como ruptura y mutación.

¿Pero a qué se refiere T. Escobar cuando habla de “arte”? La cita que abre el libro –la de Félix Guattari en Caosmosis– nos advierte que la mirada del autor desborda los confines del “arte institucionalizado”: aquel arte selectivamente contenido en un sistema de inscripción (la historia del arte, los museos), de difusión y consumo (la crítica, las bienales, las galerías y el mercado artístico, etc.) que acota el perímetro de legitimación relativo a qué reconocer como “obra” en función de un marco autorreferencial de valor y uso. No es que T. Escobar descarte aquellas producciones artísticas que siguen exhibiéndose en el mapa de las instituciones culturales o que continúan frecuentando los circuitos habituales de distribución artística. Es que T. Escobar se toma la libertad de entrecruzar los trazados regulares del “arte institucionalizado” con sus otros irregulares y periféricos: desde aquellas prácticas que se resuelven comunitariamente en términos de contexto(s) y situaciones haciendo jugar un espacio-tiempo móvil que se niega a las clausuras del objeto hasta las producciones indígenas y populares que se relacionan con la contemporaneidad artística desde su lejanía y desfases como interpelaciones dirigidas al canon de autoridad de la modernidad occidental. Este entrecruzamiento de repertorios simbólicos y culturales híbridos a cargo de una reflexión que se traslada de una región a otra de la creatividad artística atravesando fronteras inestables, sin jerarquizar escalas de valoración absoluta ni privilegiar los sistemas de referencia consagrados, se topa intermitentemente con aquello que T. Escobar vuelve a poner en escena: “el aura” (misterio, distancia, recogimiento en la tradición benjaminiana), que funciona, en su lectura anti-fetichista del arte, como un campo de irradiación luminosa que involucra al espectador en su captura de intensidades, cualquiera sea el soporte imaginal en que se produce el encuentro de la mirada con lo que se aparta de la vista al refugiarse en el secreto o el temblor.

No puedo leer este último libro de T. Escobar sustrayéndome del largo diálogo cómplice que hemos sostenido durante años y años en torno a los desafíos teóricos que levanta la “y” de “arte y política” o bien sus derivaciones y transposiciones en “arte político” o “política(s) del arte”. Vuelvo a encontrar en este libro el refinamiento intelectual que caracteriza a su autor en el desciframiento de las complejidades que recubre esta “y” como zona de adjunción y disyunción entre registros, materialidades, técnicas, figuras, operaciones que desarman y rearman las tramas de percepción y conciencia para que, sacudidas por la sospecha, pongan al descubierto las retóricas de dominio y control que se inmiscuyen en subjetividades, prácticas e instituciones. Pese a la presión del éxito internacional que rodea las nuevas fórmulas del arte participativo de alcance comunitario como fórmulas que se muestran dispuestas a suspender su propia artisticidad para no quitar eficacia a su voluntad pedagógica de transmitir la carga protestataria y contestataria del mensaje, T. Escobar no ha dejado nunca de insistir en la singularidad poético-crítica del lenguaje del arte que coloca en tensión crítica con el paradigma comunicativo de la concientización social y su funcionalidad de discurso. T. Escobar sabe mejor que nadie que el criterio modernista de la autonomía de la obra ha sufrido múltiples interferencias que rebaten la noción de pureza del valor “arte” en un mundo capitalista saturado por un régimen de estetización difusa que consagra la triunfal imbricación de economía y cultura. Pero así y todo, T. Escobar no renuncia a singularizar el trabajo de modelaje con la forma y el sentido realizado por el arte para que, en medio de la operatividad tecno-cultural de los medios y mediaciones del capitalismo intensivo, ciertas producciones de lenguaje se encarguen de desprogramar los guiones de la comunicación práctica con vuelcos conceptuales y saltos metafóricos que hacen perder el equilibrio a cualquier intento de aplanamiento neoliberal de una visualidad de superficie: hecha de imágenes livianas, sin conflictos de juicio ni de interpretación, sin sombras ni consecuencias. Lo simbólico-expresivo y lo crítico-estético son los modos en que la experimentación con los signos, más allá del recorte institucional o mercantil de “la obra” que busca reificar su producción en el interior del sistema-“arte”, perfora la hipervisibilidad mediática de las series uniformes exaltando el montaje disímil del fragmento incompleto como intervalo para que las subjetividades en fuga se atrevan a no coincidir con el destino que les asigna, redundantemente, los aparatos de clasificación dominantes. La artisticidad del arte radica, para T. Escobar, en hacer vibrar las zonas de secreta discordancia, de tumultuosa opacidad, donde se alojan las partículas refractarias a la positividad satisfecha del sistema neoliberal de mercantilización de la existencia y de gobierno de las conductas: un sistema cuyas fábricas de imágenes pretenden suturar cualquier brecha de disconformidad, malestar o resentimiento con los brillos de la hegemonía capitalista.

En medio de esta situación de crisis y excepción que nos afecta severamente, T. Escobar dice que “solo queda el recurso de resistir de todas las maneras y desde todos los lugares posibles: reformular experiencias emancipatorias, nutrirse del indispensable aporte del pensamiento y las prácticas feministas como, en general, de las conquistas antipatriarcales y anticoloniales; reinventar modelos de subjetividad, concebir otras formas de estatalidad y ensayar nuevas prácticas de empoderamiento y convivencia social”. A esto nos ayuda este libro de T. Escobar que atesora muchos archivos vitales que conservan huellas del fervor y el desencanto pero, también, de la reinvención como ejercicio solidario de traducción y conexión entre memorias, cuerpos y hablas frágiles.

Si hoy más que nunca nos afecta el derrumbe de las certezas sobre las condiciones de existencia, esto quiere decir que la precariedad pasó a ser una condición de sentido que ya no puede omitirse de ningún sistema de enunciados. Este último libro de T. Escobar no solo evita (como siempre lo ha hecho el autor) los aparatajes de conocimiento que defienden la presunta superioridad de verdades universales sin consideración hacia lo minoritario o lo residual de lo que vaga a la intemperie, sin certificado de pertenencia ni domicilio fijo. T. Escobar trabaja ensayísticamente con la precariedad como aquella falta de garantías que obliga al pensamiento a decretarse siempre en estado de emergencia y, al mismo tiempo, como un refugio afectivo contra la dura y seca instrumentalidad de los lenguajes cuantificadores que solo saben de medición estadística y rankings de competencia. ¿Qué mejor protección que este libro, entonces, para resistir las penurias y el desamparo?

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