El alma del verdor de Santiago
Si observamos los lugares que conservan la vegetación endémica del valle central de Chile, la paleta cromática se reduce a una gama de ocres y el verde asoma apenas en algunas semanas de la primavera. Sin embargo, la ciudad de Santiago tiene verdor, y ese verdor incluso llega a ser emblema de sus espacios públicos: la Alameda de las Delicias, la Quinta Normal de Agricultura, el Parque Forestal y el Cerro San Cristóbal. Todos estos sitios –paisajes no naturales– cuentan una historia que este libro busca develar, mostrando cómo en la arquitectura del paisaje, un buen proyecto es aquél que logra permanecer en el tiempo pese a una institucionalidad al menos errática.
El alma del verdor de Santiago devela los esfuerzos que permitieron transformar terrenos áridos y degradados en unos con una nueva condición de verdor. La construcción del paisaje de Santiago entre 1830 y 1930 fue posible gracias a la influencia de una poderosa red que forjó relaciones improbables entre especies migratorias y poderes coloniales y, a ratos, entre prácticas botánicas y futuros urbanos imaginados, que, una vez enraizados, construyeron la identidad y el carácter de la capital.