Reseña

La fotógrafa chilena Leonora Vicuña, nombre imprescindible de las creadoras latinoamericanas, hace la ronda del ojo inquieto que quiere atraparlo todo: un país, una época, unos personajes, unos escenarios. Construye así una poética que es a la vez imagen externa e imaginario apropiado. Como sus contertulios y compatriotras, baila la autora hasta el final de la noche cuando se sirven las últimas copas y los cuerpos se equilibran para comprobar que la oscuridad se ha vuelto luz en un giro perpetuo y dislocado. Es un Chile entrañable el que aparece en sus imágenes coloreadas en una paleta de cromáticos afectos: el que quizás alguna vez fue, el que nunca podrá dejar de seguir siendo.