Calaveras hermanas
Una otaku arrienda un esposo para ir a una convención de anime. Un hombre debe interrumpir su momento idílico para ir a ver al accidentado cuyi de su esposa. Un prematuro jubilado en un asilo para ancianos cuya paranoia crece a cada minuto. Un científico obligado a entregarse a una especie alienígena, todo por el bien de la humanidad. Un réferi de boxeo durante un combate lucha con su cansancio existencial. Los doce cuentos cortos, acompañados cada uno de manera complementaria con una ilustración hecha en grabado, tiran de la carne y cuando la rasgan siguen royendo. Todo aquí parte de un pedazo de hueso, una calavera, una más igual que la otra, el desafío entonces es, en la línea del clásico juego de las siete diferencias, identificar cuán ataviados es que vamos las personas y hasta qué punto podemos llegar a diferenciarnos.
Tocar algo duro es la señal para dejar de cavar. Aquí lo duro es el hueso y el hueso a su vez es la materia prima, ese elemento cuasi divino que nos hace a veces desconocer límite alguno y verse en todas partes. H.P. Lovecraft afirmó que todos los cementerios están subterráneamente conectados, lo que conduce a pensar si esto no ocurre así con todo lo demás. Disfrazadas de escritora, futbolista, niña, vendedores, las calaveras saldrán a la luz, sortearán las lápidas, se granjearán amigos y enemigos y buscarán subsistir para al final regresar, pronto, a recostarse, nuevamente.