Reseña

El 2018 marcó un punto de inflexión. Frente a un largo letargo de las autoridades, fue tomando fuerza un
movimiento estudiantil que exigía medidas efectivas contra el acoso y el abuso sexual en las universidades.
El grito de un movimiento que no se limitó a las estudiantes; sino que resonó en las profesoras y
administrativas que se incorporaron a las asambleas y mesas de trabajo. De la denuncia, el movimiento se
pocisionó feminista, una activación micropolítica que, en la enunciación, encontró la potencia para exigir
una educación no sexista e inclusiva. Una lucha legítima para garantizar espacios seguros y equitativos
para todas (Contreras, 2021)..
Para seguir los hilos del movimiento estudiantil feminista y no incurrir en una forma de ahistorización de
la memoria, propusimos una alternativa metodológica artística, horizontal y dialógica. Esta aproximación,
como forma de indagación-creación, exigió priorizar la reflexividad crítica a la hora de compartir historias
singulares en torno a la acción, la protesta y la activación micropolítica. Así, incorporando imágenes de
archivo y creando cartografías visuales fuimos tejiendo un contra-archivo. Un ensamblaje ético, estético,
performativo y narrativo que nos permitió indagar en las historias del movimiento estudiantil feminista
en dos universidades de la macrozona sur del país. El contra-archivo reveló aspectos que van más allá de la representación que se imbrican en el ámbito afectivo
(Veliz, 2017). Allí, donde se destacaron las relaciones sentidas con las consignas de las manifestaciones,
los grafitis en las facultades, las pancartas, las marchas y los espacios de organización y autocuidado.
La correspondencia dialógica fue la que facilitó una relectura crítica y colectiva de las historias de
participación, acción y activación micro-política. De esta forma, los recuerdos de lo vivido abrieron el
debate ético de la respons-habilidad, como anima Haraway (2019), para seguir con el problema y no dejar
de hablar sobre las brechas y vulneraciones de género en la universidad.
Esta investigación -basada en las artes visuales- no busca la objetividad distante e ingenua, sino el
compromiso horizontal que emerge del encuentro en las diferencias. Un ejercicio dialógico y relacional
para compartir los imaginarios vivenciales que surgen de la materialidad sensible y real de las experiencias
localmente situadas. El contra-archivo respeta la singularidad con la que cada persona organiza el sentido
de su historia y los relatos que comparte. Al mismo tiempo, subraya la importancia de las voces que, en
su pluralidad y polifonía (Guattari, 1992), inscriben la proyección de la subjetivación identitaria. Una
orientación afectiva para activar los recuerdos singulares y construir la memoria colectiva del movimiento
estudiantil feminista en la Universidad.