Nos habíamos amado tanto
Hay amistades que no se explican, como el viento cáli-
do que llega sin avisar o el perfume de una flor que se abre
de noche. Amistades que nacen en una calle cualquiera,
en un pasaje polvoriento donde los niños juegan a ser
hombres, y los hombres se aferran, sin saberlo, al eco de
esos juegos. Esta es la historia de una de esas amistades.
Nos conocimos cuando el mundo era pequeño y
bastaban una pelota de trapo, una citroneta vieja o una
promesa susurrada al oído para sentir que la vida era
nuestra. Compartimos los días de escuela, los primeros
amores, las derrotas secretas y también las revoluciones
que soñamos desde el balcón de una juventud invencible.
Fuimos amigos en la risa y en la rabia, en los silencios que
todo lo dicen y en los adioses que nunca se pronuncian
del todo.
Con el tiempo, cada uno siguió su camino. Pero, aun-
que los calendarios se encargaron de desordenar nues-
NOS HABIAMOS AMADO TANTO14
tros destinos, algo más profundo nos mantuvo unidos.
Tal vez fue la memoria compartida, o el modo en que
ciertas miradas no necesitan explicaciones. Quizás fue
simplemente que habíamos aprendido a querernos antes
de saber qué era la vida, y eso nos salvó.
Esta novela es, entonces, un regreso. No a un lugar,
sino a un tiempo; no a una casa, sino a un vínculo. Es la
evocación de una amistad que sobrevivió al olvido, a la
distancia y al desengaño. Un tributo a esos hermanos
que elegimos sin saberlo, a esos cómplices de infancia y
juventud que nos habitan, aunque ya no estén.
Porque sí: nos habíamos amado tanto.
Y eso, acaso, fue lo único verdadero.
El Autor