El Partido Conservador chileno
1857-1966. Resiliencia organizativa, tendencias internas y conflictos doctrinarios
Este libro describe la travesía del Partido Conservador a lo largo de su historia.
En el curso de la investigación fue centrándose en dos aspectos: el doctrinario y su organización. Del primero hay que decir que nunca fue resuelto al interior de sus filas, lo que se tradujo en un aire liberal en el siglo XIX hasta el socialcristianismo en 1891, luego se convirtió en una disputa escriturística acerca de qué era ser socialcristiano, y que afectaba sus relaciones con el liberalismo establecidas a nivel de elites partidarias. Desde entonces las tensiones internas fueron creadas y recreadas muchas veces, no solo en 1938 con la escisión de la juventud, mostrando las distintas exégesis sobre el liberalismo. Por otro lado,
para el autor la organización conservadora se caracteriza como una estructura resiliente que –basada en las personalidades– fue capaz de establecer roles y jerarquías, con una particular teología política, para desafiar a sus adversarios. Todo esto sobre un matrimonio con la Iglesia Católica que empezó a desgranarse no por la separación de Iglesia y Estado en 1925, sino por el dictamen de Roma en 1938 respecto a la no obligatoriedad de los católicos a inscribirse en la colectividad. Este fue el hecho decisivo para la organización conservadora que, sin embargo, retuvo el voto católico y le permitió prolongar su existencia
hasta su disolución.
La explicación está en las convicciones religiosas que le fundaron, y que
a través de devociones individuales fueron capaces de permear a la organización, y de mantener una cultura católica cuando los vientos de la historia y de las ideas llevaban a la Iglesia Católica por otro derrotero. Ese parece ser el impulso que le sostuvo y nutrió a una de las tres almas de la derecha chilena, la del Partido Conservador, privilegiando su propia visión y no en función del ascenso o descenso de otras posturas como el liberalismo y la democracia cristiana moderna