Desagüe
Estos microrrelatos transitan por un canal donde desagua la bestialidad humana. Desagüe no solo desde la perspectiva física, sino que también desde una aguda y vertiginosa precisión sociológica. Situados ante el abuso y la violencia intrafamiliar que ocurren mayoritariamente en las zonas rurales del país, donde los discursos patriarcales y adultocéntricos avanzan en correlato con la desigualdad y sus principales expresiones, la obra adopta una voz como la soda cáustica, que no teme meterse y exponer la podredumbre sedimentada en las oscuras tuberías del cuerpo social. No le da la espalda a la realidad; sino que la vuelve aún más real de lo que históricamente ha llegado a ser para una gran mayoría adormecida por las imágenes. La realidad, por lo tanto, en jaque, en tensión aglutinante, revela una herida profunda y virulenta desde el tironeo de lo rural con lo urbano, lo femenino y lo masculino, lo civilizado y lo barbárico. Como en «El niño proletario» de Osvaldo Lamborghini, la autora alegoriza la solapada depredación humana cuyo cauce no cesa, resitúa el «homo homini lupus» en nuestra provincia, e intenta mostrarnos “esa baba, esa larva” a la que la mayoría de nosotros nos debemos en el fondo.