Reseña

¿Hay aventura más grande y significativa que contactarse con los propios sentimientos, temores e ilusiones para crear un texto propio que pueda ser leído y releído por destinatarios insospechados? ¿Existe mayor arrojo que atreverse a escribir, en plena juventud, cuando la consigna imperante es “para qué esforzarse si la Inteligencia Artificial puede hacerlo mejor que uno”?
La imagen de un joven sentado frente a una página en blanco, invocando la inspiración necesaria para concebir un escrito propio (y único), innegablemente conlleva belleza. La belleza del esfuerzo intelectual, de la entrega a la creación y del pudor ante la propia obra. La hermosura de lo propiamente humano.
Por este motivo el concurso Plumas Pioneras de Faro es tan significativo para todos quienes están involucrados de una u otra manera en él: porque invita a jóvenes entre 15 y veintipocos años a detenerse, escuchar(se), conectar, recordar y soñar. Los convoca a encontrarse con la propia humanidad, en un acto creativo ajeno a toda utilidad o aplicación práctica.
En esta ¿segunda? versión de Plumas Pioneras ciento veinticinco jóvenes tomaron el desafío de escribir un cuento en torno a la aventura, temática del certamen. Lo interesante fue que más allá de viajes, criaturas fantasiosas, riesgo, adrenalina y exploración, aparecieron con fuerza la aspiración de equilibrio y bienestar, la exploración del vínculo con los padres, la evocación de la infancia y el enfrentamiento de los propios fantasmas. Quedó en evidencia: búsqueda constituye aventura para nuestros jóvenes.