Cuatro paredes y un techo
La compleja naturaleza de una simple profesión
Nos gusta creer que la arquitectura es una forma de arte elevada que moldea el mundo a su antojo. Cuatro paredes y un techo pone en tela de juicio esta idea y presenta un relato sincero de lo que es realmente trabajar como arquitecto.
Basándose en sus propias experiencias tragicómicas sobre el terreno, Reinier de Graaf nos revela el mundo de la arquitectura contemporánea en vívidas instantáneas: desde los suburbios de Nueva York hasta los escombros del norte de Irak, desde los pasillos de la riqueza de Londres, Moscú y Dubai hasta los páramos llenos de basura que representan las esperanzas demolidas de las viviendas sociales de posguerra. Nos encontramos con oligarcas decididos a plasmar sus ambiciones en hormigón y acero, promotores inmobiliarios para los que la arquitectura es una mera inversión, y las capas de políticos, burócratas, asesores y misteriosos parásitos que se interponen entre cualquier idea arquitectónica y la posibilidad de su ejecución.
Cuatro paredes y un techo cuenta la historia de una profesión sacudida por fuerzas externas que determinan –al menos tanto como la inspiración individual– lo que diseñan los arquitectos. Quizá el mito más importante sea el del éxito. Para conseguir algo, los arquitectos deben servir a los poderes que se esfuerzan por criticar, encontrándose en un perpetuo conflicto de intereses. Juntos, arquitectos, promotores, políticos y consultores forman un mundo improvisado de competencia y compromiso que ninguno puede controlar por sí solo.