¡Utopía ya!
+ De 600 reflexiones para enfrentar el presente
«… Resulta ineludible concluir que el presente requiere que en su seno cobre forma un mito que proporcione la “fuerza motriz” capaz de derribar las pesadas estructuras que sostienen el capitalismo. ¿Por qué no suponer que ése nuevo mito resulte de la síntesis entre el impulso de la voluntad y el análisis científico de la sociedad? En otras palabras, un mito que haga realidad la utopía. ¿Una paradoja? La historia, dada su imprevisibilidad, las provee en abundancia. Son muchas las oportunidades en que “la razón de la sinrazón” ha coadyuvado a que la razón prevalezca. Sea como sea la tarea compete a los intelectuales que, como Sorel, no deseen más que servir al proletariado en su lucha liberadora. Para ello, sostiene, el intelectual debe conservar “honnêtement” su calidad de tal, es decir, aportar toda su buena voluntad, todos sus pensamientos y estudios al servicio de lo que considere correcto y que jamás retroceda ante lo verdadero. Si bien Sorel habla de los intelectuales en general se sobrentiende que le atribuye especial relevancia a los artistas y a su lenguaje metafórico. Solo en el arte se realiza el sentido más profundo y extenso de la vida que es, esencialmente, transformación, movimiento, creación incesante de lo nuevo. Sorel concibe a la historia según el modelo del arte, tal como Bergson, siguiendo a Schelling, había concebido a la naturaleza. La misión de los intelectuales no concluye con su aporte a la génesis del mito revolucionario, sino que deben educar al pueblo con la finalidad de que la mayoría llegue a desarrollar las aptitudes revolucionarias que se requieren para derrocar a la minoría dominante. Para llevar a cabo tal tarea educativa es imprescindible la formación de una minoría calificada, una elite de carácter moral y no político, puesto que su finalidad es constituir una comunidad libre integrada por individuos responsables de sí mismos, que respetan las leyes porque son ellos los que las han aprobado».