Reseña

Desde la creación del mundo, lo que más me ha fascinado es la existencia de las aves voladoras. Parecen haber sido diseñadas para recordarnos que la vida está llena de belleza y libertad. Sus colores, tan vivos y variados, transforman cualquier paisaje, mientras que sus cantos aportan melodías que llenan el aire de armonía. Cada ave lleva consigo una gama de matices y plumajes, que hablan de su adaptación y su capacidad de embellecer el entorno, sin importar cuán inhóspito sea.
Siempre he sentido una profunda admiración por las aves. Para mí, representan mucho más que seres que surcan los cielos: son un símbolo de resistencia, de superación ante las adversidades, y de libertad en su forma más pura. Son un puente entre la tierra y el cielo, capaces de llevarnos a soñar con otros horizontes, a pesar de estar con los pies en el suelo.
Durante la pandemia de COVID entre los años 2020 y 2022, mi vida, como la de muchos, se vio profundamente alterada. Debido a mi edad, me vi obligado a realizar mi trabajo desde casa, lo que me brindó más tiempo para reflexionar y explorar mis intereses. Fue en esos momentos de pausa que escuché el llamado de mi corazón y me sumergí en la pintura de aves, inspirándome únicamente en fotografías. Utilizando la técnica de la acuarela, que me permitió capturar con sutileza la transparencia de las plumas, los matices vibrantes y la delicadeza del plumaje de cada especie, creé más de 140 obras en un formato de 30x40 cm.
Este proyecto, que en un principio fue una forma de conectar con mi amor por la naturaleza y sobrellevar un momento difícil, se convirtió en una obra con un valor cultural y estético que hoy tengo el placer de presentar en forma de un libro. Para mí, este trabajo no solo es una celebración de las aves, sino también de la capacidad humana de adaptarse, de encontrar belleza en la adversidad, y de volar libre, incluso cuando todo parece estar detenido. Luis Quiroga Contreras.