Reseña

Mira esa flor,
Ponle tu nombre




Siempre he desconfiado de los jardines y ramos de flores, niño de la ciudad criado en calles habitadas por el cemento, crecí conociendo el nombre de solamente un par de ellas. La primavera provocaba alergias en mis ojos y me privaba de la luz durante semanas enteras, entregando en compensación la compañía cómplice de mi abuela, juegos de carta de su niñez francesa y una ternura que aún hoy me acompaña.

Ella, viuda ya tres veces, cortejada y pedida en mano por el médico que la atendía en sus últimos años, tenía la belleza y la vida de estas flores en que ha transcurrido el tiempo, pero que aún tienen mucho que decirnos y que nosotros descuidadamente arrojamos a la fosa común del olvido.

Solo existe nacer y morir, y el nombre vejez es el transcurrir desde el momento mismo de la fecundación, todos somos pues estas flores, son nuestros espejos.


luis poirot