Reseña

Mario Sáez, era un campesino errante de los campos del sur de Chile. Poseía una insólita inteligencia y una mirada celeste capaz de iluminar las noches más oscuras. Gozaba de un porte tan distinguido que podía seducir a las mujeres más hermosas del pueblo, así como a los corazones más endurecidos. Pero, desde su adolescencia, el alcohol comenzó a tejer su ineludible tela de araña, atrapándolo en una espiral de decadencia que lo llevó de una potencial gloria a la ruina misma. A pesar de su ingenio prodigioso y su talento innegable como mecánico, Mario cayó irremediablemente en los brazos del olvido, vistiendo los harapos de su desdicha mientras su alma, otrora luminosa y carismática, se perdía en los oscuros rincones del vicio.
En su vida, no todo era lo que parecía. En la antigua casa de su padre, existía un lugar enigmático llamado, "El bajo". En él se albergaban los secretos más escabrosos y temidos por los lugareños, y Mario, con el corazón cargado de supersticiones y terrores de niñez, evitaba aquel lugar desde que una noche vio la aparición de un inmensa ave negra con ojos de fuego, la que siempre creyó se trataba de la mismísima encarnación del demonio.
Años después, enrolado en el ejército durante las tensiones por el conflicto del Beagle -entre Chile y Argentina-, Mario demostró ser un genio en lo práctico, sorprendiendo a todos con su inventiva. Sin embargo, ni siquiera los laureles de la guerra ni el incondicional cariño de su familia, que lo rescató de las garras del vino una y otra vez, pudieron salvarlo de sí mismo. Mario recorría su propio abismo, viajando entre el hombre brillante y el mendigo perdido que tanto lo atormentaba.
"Caliéntame los pies" o "El "surfista de barro" —como le llamaban por su extraña costumbre de deslizarse descalzo por los lodazales de invierno y de su cruda infancia— trató de redimirse en más de una ocasión, sin éxito. Su vida fue una danza entre la cordura y la locura, entre la promesa de un futuro que nunca llegó y los fantasmas de un pasado del que no pudo escapar. Al final, después de tanto recorrer el cono sur del continente, volvió al lugar de sus pesadillas, "El bajo", donde su destino y sus miedos se enfrentaron, sin contemplación, en un último acto de rebeldía bajo la lluvia torrencial.
El surfista de barro es un relato vibrante y melancólico, donde la lucha contra los demonios internos se entrelaza con la magia y la fatalidad de una tierra que guarda más secretos de los que la gente del sur se atreve a contar.