Reseña

A su llegada al valle del Mapocho, Pedro de Valdivia se encontró con cinco pueblos que conformaban la comarca de Ñuñohue: nos referimos a Vitacura, Apoquindo, Tobalaba, Macul y –en su centro mismo– Ñuñoa. Salvo Vitacura, una antigua colonia inca cuyo jefe era un curaca, cada uno de estos pueblos estaba encabezado por un cacique principal. Su modo de vida será trastocado con la fundación de la ciudad de Santiago, el reparto de pequeños terrenos o “chácaras” a los vecinos y, sobre todo, debido a la implantación del sistema de encomiendas, hecho que significó una pérdida irrecuperable para la población indígena. Así se inicia el relato en el que León Echaiz narra con detalle cómo un caserío rural rodeado de canales de regadío, chacras, quintas y terrenos de cultivo, fue cambiando lenta pero inexorablemente a través de los siglos, formándose barrios –y luego comunas– con identidad propia, hasta ser finalmente engullido de forma feroz por la ciudad de Santiago.
En época contemporánea, a partir del territorio original de las cuatro comunas historiadas por León Echaiz se formarán cuatro más: Vitacura, Lo Barnechea, Macul y Peñalolén, lo que convierte a “Ñuñohue” en la historia de toda la zona oriente de Santiago.