Palabras hexagonales
«Y era el llanto de las procesiones de la infancia / lo que les daba sentido a las rodillas», escribe Verónica Jiménez en el poema que abre este conjunto enigmático en su sencillez. De este modo accedemos a los merodeos de una voz que parece preguntarse por el origen de las sensaciones y que se cobija en el trabajo de recuperarlas. Lluvia, fuego, madera: los materiales se anudan en un ritmo que solo podríamos comparar con cuerpos de agua. A veces en calma, pacientes, tejidos como pequeños lagos; a veces agitados, con el vaivén marcado del oleaje. Frente a ese posible desborde, sin embargo, los versos se mantienen medidos y certeros. Jiménez se sienta ante nosotros —y quizás ante ella misma— invocando al «tú» de una conversación. La búsqueda de sentido se vuelve así un punto central que moviliza un libro que es también un diálogo, una voz preocupada por alcanzar la mano de otro, el oído de otro, por contarle lo que ha visto y lo que ha aprendido.
A más de veinte años de su primera edición —y acompañado por poemas inéditos en formato libro y por un ensayo que recorre una poética sólida y personal—, Palabras hexagonales nos muestra que, a veces, la transparencia cuidada del poema basta para asegurar su actualidad. La simple constatación de una poeta que nos dice: «Déjame caer. Hazme liviana».