Reseña

La sexualidad, por muchos años ha sido un tema tabú en nuestras comunidades cristianas, ha dejado de ser un asunto privado y se ha transformado en uno de los ejes más importantes de la batalla cultural e ideológica que como sociedad estamos enfrentando.
Nuevas ideas, nuevos conceptos, nuevos géneros y nuevas formas de comprender las relaciones humanas han surgido tras el avance pausado, pero sin pausa de filosofías que han estado permeando nuestra cultura occidental por algunas décadas. Muchas veces, sin que el mundo cristiano lo advirtiera.
El libro comienza desarrollando de forma básica el valor de una cosmovisión acerca de la vida humana, pues, es precisamente desde esa perspectiva que miramos el mundo que nos rodea y el valor que asignamos a las relaciones personales. Luego, propone la cosmovisión o perspectiva bíblica de la sexualidad reforzando la intención del Creador en el diseño binario del ser humano y las raíces espirituales del matrimonio. Continúa abordando las amenazas por las que atraviesa la familia y la perspectiva judeocristiana de la sexualidad, describiendo con detalle las estrategias culturales, políticas y sociales que impactan en ella, para luego adentrarse en el tema de las verdades científicas sobre esta materia respondiendo desde esa perspectiva preguntas tan interesantes como: ¿El homosexual nace o se hace? ¿Qué dice la ciencia sobre las personas transgénero? Entre otras. Luego, explora las respuestas bíblicas a todas estas cuestiones he invita al lector a reflexionar sobre la conducta de la iglesia frente a estas materias, el interesante tema de la restauración interior de personas con atracción al mismo sexo, para finalizar desafiando a las familias cristianas a tomar en serio la educación sexual de sus hijos pues si ellos no lo hacen, alguien más lo hará por ellos.
Otro aspecto interesante es que el libro se para al centro de dos posiciones contrapuestas en el mundo cristiano. Por un lado, una visión conservadora radical que sigue contemplando el mundo de la sexualidad con una carga de culpa, de rechazo y reticencia a aquello que implique placer a través del cuerpo y que, por ende, es muy condenadora y legalista respecto de aquellas personas que tienen prácticas o conductas contrarias a la moral bíblica. Por otro lado, abrazando una teología más liberal, existen aquellos que en nombre de la gracia y el amor de Dios no solo aceptan al pecador, sino que por defecto terminan también tolerando y reivindicando su pecado como una nueva forma de vida. Son los que tuercen las Escrituras para que estas se “adapten” a los nuevos tiempos y su interpretación no interpele las conductas que ellos pretenden cubrir bajo el manto de la gracia divina.
Creo que ni unos ni otros aciertan con la verdad bíblica. Como lo expreso en el libro de forma metafórica a través de uno de sus capítulos llamado “Equilibrio entre gracia y verdad”, a Jesús lo encontramos al centro de la cruz y no en ninguno de sus extremos. Los brazos de la cruz son precisamente la misericordia y la verdad, pues con ellas se corrige el pecado (Proverbios 16:6) pero Jesús no cuelga de uno de ellos sino de ambos. Gracia sin verdad es libertinaje y verdad sin gracia es legalismo. Dios no está presente en ninguno de esos extremos y es bueno entonces que frente al tema de la sexualidad comprendamos que es lo que Dios nos está diciendo en este tiempo y que espera de nosotros frente a los cambios sociales y culturales por los que estamos atravesando.