Reseña

"En las noches, a las 2 ó 3 de la mañana, cuando sacaban a las prisioneras y prisioneros, el profesor de música del "Darío Salas" Arturo Barría se ponía a cantar. A lo lejos se oía una reja y pasas y luego el sonido de la puerta de la habitación y la búsqueda de los requeridos en el acostumbrado teatro sádico de elegir a los presos, (con las tres alternativas de pasar a Tres Álamos, el regreso a los recintos de tortura o la muerte), y Barría empezaba a cantar el "Himno de la Alegría" y nosotras lo seguíamos a grito pelado, sumándose todas las celdas y gritábamos " el día en que los hombres volverán a ser hermanos, escucha hermano la canción de la alegría", y pegadas en la puerta con la Muriel las dos cantando a gritos, a gritos y llorando a mares, porque en el fondo era la forma de transmitirles fuerza a los que se iban yendo. Evidentemente, en este acto no había derrota, había resistencia, había una gran resistencia y una dignidad impresionante".

"Hice que el Krassnoff, aquel descendiente de carniceros fascistas cosacos, el Moren, el Zapata, el Ferrer y el Romo escucharán tu nombre una y otra vez, como zumbido horadando su sesos. Que repitieran tu nombre como hiel que les carcome la lengua. ¿Qué le hiciste cobarde? ¡Criminal! Fue pura carnicería Magistrado, lo que le hizo este valiente soldado que hoy tiembla como una hoja delante de usted. Se los dije, María Cristina".