Reseña

El rostro de ceniza y fuego
Juan R. Chapple
Si este relato ha llegado a usted, incluso si lo tiene en sus manos de forma impresa, es precisamente porque lo he soñado. Y esos sueños, eventualmente ―ruego porque así sea―, han sido transmitidos a aquellos que han podido encontrar mi mensaje en sus propias ensoñaciones…
Sueños, Sueños, y realidades hechas de sueños. El rostro de ceniza y fuego, el libro, es laberíntico, y, entablando un diálogo enfebrecido con la realidad material, política y social, al igual que el cuento y la entidad de dimensiones incognoscibles que le da vida, parece como si hubiese sido transmitido desde un más allá y recibido por un médium (tal vez el propio autor ha sido ese médium).
Chapple profundiza aquí su muy personal Reino de la Noche. El autor y sus personajes se debaten en los afiebrados planos de la conciencia, pero zambulléndose en aquel pozo ignoto de lo inconsciente y onírico, que se presume insondable y muchas veces macabro. Sin embargo, El rostro de ceniza y fuego es muchísimo más que eso, y podría adelantar una saga maléfica, de horror sobrenatural y muy terráqueo al mismo tiempo.
En estos nuevos cuentos de la penumbra, Juan R. Chapple despliega la muñeca para hablar de tenis de un modo sorprendente, infernal, así como de las esquirlas filosas de la última dictadura, invocando demonios de carne y hueso en su muy especial Halloween (Jaloguín); tanto como para llevarnos por las tormentosas aguas del terror primordial y las supersticiones, embarcarnos en la última expedición del nazismo y su llamarada del averno, o envolvernos con el sudario de un condenado en su muy particular sepulcro. Y todavía puede hacer un homenaje oscuro a los gatos, de los cuales no es devoto ni tampoco enemigo, pero sí siempre acólito arrobado por su misterio indescifrable y mortal.
Bienvenidos a El rostro de ceniza y fuego, la faz arcana que crepita en el hondo corazón de lo siniestro.