El jardín sin hombre
Una composición poética notable desata su estatura en El jardín sin hombre, obra que no en vano invoca a Ovidio y consigue tornar fuero interno una cosmogonía de todos los tiempos, dispuesta a desgajar a pinceladas la empuñada urdimbre de su propio canto.
Una tras otra se suceden las imágenes, y cuando una de ellas ya ha reabierto la ventana de la infancia, el oficio escritural toma en primera persona el nombre de la poesía, balbuceando sus despojos, desmadejándose en misterios y presagios
El trabajo de Erwin Nettig Rosales tiene algo demasiado preferible a la verdad: honestidad; que el aliento de ese jardín siga, pues,
irrigando las letras.
David Hevia
Escritor, expresidente de la
Sociedad de Escritores de Chile