El montaje de la ópera
Leer El montaje de la ópera de Yair Gómez Szmulewicz implica darle escucha a una obsesión: cómo es que el sonido y la música ocurren o son posibles, qué sucede en el mundo de los objetos y sus vibraciones que llega a la cóclea y experimentamos lo sonoro. Arrojado a la intensidad de esa pregunta, el yo decide montar una ópera en un contexto que parece inadecuado, incómodo o precarizado. Se trata, en suma, de un compositor joven e inexperto que ambiciona demasiado y del cual nos llegan temblores, dudas, diálogos con vivos y muertos y una biografía fragmentaria, que involucra a una madre obsesiva con el estudio, un padre distante y una casa que nos remite a las novelas chilenas familiares, al fundo y a una cierta aristocracia oscura. Aun inquieto por la posibilidad del fracaso, el yo insiste en hallar ese halo de misterio que vitaliza las composiciones musicales que ama y busca «una polifonía propia / indiferente a la partitura», porque «la partitura es una instrucción / nada más». Tocar algo más allá o más acá de la vanidad del estudio y, si es necesario, perder lo que ya sabemos perdido.