Balada del enemigo
“Cada instante va raspando mis huesos
y esparciendo el polvo por los caminos,
a través de los siglos
podría encontrar algunos de mis rasgos.
¡He tenido tantos!
Quizás tú mismo
hayas cogido alguno,
sin saberlo,
y yo entretanto
esté vistiendo la forma de tus manos”
Esta sutil pero definitiva concepción del hombre cósmico ya sin edad, debiera estremecer al lector. Porque se deshace aquí la presuntuosa obsesión de la individualidad que nos divide, y nos recuerda el poeta que, con la misma materia, eternamente usada y eternamente nueva, continúa Dios reciclando la vida.
Antonio Damarko