Cabeza y corazón es una ostra
«No puede otra cosa la mano / que escribir este libro», leemos aproximándonos al final de Cabeza y corazón es una ostra de Emiliana Pereira. Y más que una constatación se trata de una confirmación, porque, sin ninguna duda, sabíamos que esa mano no podía sino escribir este libro, como sabemos que este ojo no puede sino leerlo, mientras quien escribe siente el universo, que es su propio cuerpo, aquel cosmos de órganos que sintetiza la compleja sílaba «yo». «Mayor es mi lealtad al corazón que a la cabeza» y, sin embargo, corazón y cabeza aquí son «la misma cosa / bruta tozuda / dura cerrada», se tornan parte de la misma amalgama que significa respirar, comer, dormir, hablar, escribir, oler, gritar, escribir, amar. El cuerpo: ese animal incomprensible que nos contiene y no expulsa, que aprende a dañarse y a protegerse, y que parece a ratos inaccesible incluso para quien se acomoda ahí adentro tratando de sobrevivir a sus temblores.