Reseña

En los callejones más turbios de la literatura no mainstream se reúnen unos tipos y tipas cuyos nombres nadie conoce. No salen en los diarios, no les hacen entrevistas en la radio, ni tienen su foto en las grandes cadenas de librerías. Ni siquiera tienen la desgracia de que los sobrantes de sus libros caigan en las bateas de ofertas de las casas de saldos. En esos callejones, beben del pico un licor barato pero delicioso. Lo pasan de mano en mano, lo comparten. Siempre alcanza para todos. El licor calienta las tripas, es lo que mantiene vivos a esos canallas que ensucian con su existencia una metrópolis de estanterías donde se suceden, en un ciclo que parece infinito, las mismas caras e historias. Y cuando sus entrañas absorben el licor, cuando la embriaguez se apodera de ellos, salen a reventar a piedrazos los cráneos de los eruditos y a encender las hogueras donde arderán los académicos.

Entre esos malandras, uno de los más peligrosos es Ariel S. Tenorio. El tipo conoce la ciudad de punta a punta, conoce cada alcantarilla donde acechan los lugares comunes, y sabe cómo evadirlos. Cree en la fuerza de lo colectivo, por lo que siempre le abre la puerta a cualquier desquiciado. Entiende que mientras mayores sean sus filas, mayor será la capacidad de dañar al establishment.

Tenorio es un loco peligroso, tiene armas y las sabe usar. Loco pero no boludo, porque mide cada palabra que dispara, la distancia adecuada, el ángulo justo. Tenorio es impredecible, es capaz de encontrar mil maneras distintas de partirte la cabeza, y nunca vas a saber desde qué lado viene el palazo. Es perverso, pero no pierde el humor. Vas a verlo sonreír mientras te astilla los huesos; es posible que incluso vos también sonrías. Es posible que, cuando estés acurrucado en un charco de tu propia meada, intentando atajar los golpes con tu brazo quebrado en tres partes, lo mires a los ojos y le pidas más.

Leer a Ariel S. Tenorio es lo que le falta a aquel que ya lo ha leído todo. De la misma manera que comer carne humana es lo que le falta a aquel que ya ha probado todos los manjares. Puede que te preguntes si tu cuerpo va a resistirlo, pero vas a terminar dando un bocado.

Y si te sabe mejor de lo que esperabas, si se te calientan las tripas y ya no podés parar, buscanos en el callejón más turbio de la ciudad, lejos de los barrios pacatos. Acá tenemos más. Tenemos también un licor del horror para acompañar el bocado. Es barato, pero delicioso. Se lo arrancamos de las manos a los eruditos y a los académicos.

Acercate que hay para todos.

Siempre alcanza para todos.