Con la pluma suelta
como un niño aprendiendo a consultar; como un niño descubriendo el espejo del tocador; como un niño en el aula levantando la mano sin poderla bajar; como un niño conversando con el viento de su aventador; como un niño que oye lo que palpa y palpa lo que huele; como un niño que analiza concentrado
el misterio que encierra la doble ele...
¿Cuánta inocencia perdimos en el viaje?
¿la perdimos? ¿la podemos recuperar?...
aquí, todos estos "niños" confluyen coincidentemente en estas páginas, entremezclándose con otros, como lo son unos epigramas (poemas breves y concretos), algunos colmos y otros diálogos vagos; desdibujándose así la línea que separa a todos estos niños con los del autor y también con los demás niños que corren alrededor del mundo, porque las preguntas nos remiten a reflexionar, a soñar y a contemplar, siendo la única forma de volar que conoce el ser humano, tanto el DE CEMENTO como EL DE FUNDO, y mejor es, que en esa vuelta, planee por ahí SOBERANAMENTE nuestra pluma suelta.
Eduardo Correa es un varón de treinta y un años que vive en Santa Cruz de Chile junto a su esposa y sus tres hijos.
Pasa sus días dibujando poemas, jugando con sus cachorritos, mirando a su amada y sonriéndole a conocidos como a desconocidos.
Amante es de la filosofía, el arte, la reflexión y la teología.
Hoy te entrega con bastante aprecio su primera y amplia obra poética.