Reseña

Concepción, 1973. Mi niñez y la de muchas niñas y niños, también la juventud de muchas personas, desde el 11 de septiembre fue perturbada violentamente, tal día nos cambiaron la vida de manera radical y no había espacio para cuestionar, interpelar ni tampoco se podían pedir explicaciones. Se tenía una opción, solo una, asumir lo que había. En este contexto había que sobrevivir, entre bandos y más bandos de guerra de la junta militar, estado de sitio, toques de queda y supuestos enfrentamientos.
Rápidamente fuimos creciendo y con el paso de los días, tratando de entender y conocer lo que estaba pasando, lo que era difícil, ya que la censura impuesta por el régimen cívico militar y la autocensura de las personas estaban instaladas. De hecho, esta última se entendía como la llave de la protección, de la seguridad. Mientras menos se sabía, menos se temía, menos se arriesgaba.
Esta vida no era la que queríamos, así que había que preguntar para saber más, eso nos exigía comunicarnos, conversar, construir comunidad y de paso asumir algunas acciones riesgosas, como ir a una reunión, expresar nuestra opinión, para así crear espacios de amistad, libertad y rebeldía.
La universidad era el medio ambiente mas favorable para esos procesos y precisamente es desde ese espacio que surgen los focos de rebeldía y resistencia más nítidos y persistentes. En nuestro Concepción, parte con la germinación de asociaciones culturales, centros de alumnos para cristalizar finalmente en la FEC, la federación de estudiantes de la Universidad de Concepción, que es la historia que intento relatar, a los que se suman 65 relatos de compañeros y compañeras de ruta. Es un libro colectivo que se nutre de muchas vivencias y experiencias personales con distintas miradas de lo que fue nuestra vida en los años 80.