Diario de ida
Uno de los cuerpos que merodea este libro es el aromo. No solo su imagen y el color de sus hojas, sus tallos, sus flores, sino su olor, su piel, sus crujidos. Porque este libro dialoga con el cuerpo y los sentidos, con el amor, con la infancia, con la porfiada sobrevivencia del paisaje y de la fe. Y lo hace resistiéndose a la inercia de la lógica verbal. Con una forma que nombra más con el ritmo de la intuición que con la razón.