Reseña

Ha sido culpado de un crimen horrible. Para todos, el sujeto no es más que una abominación. La Justicia, tan científica como audaz, dictó la pena de muerte. No hay lugar para él entre los buenos. Es inocente, naturalmente, aunque se sabe que, en estos casos, todos lo son… Sin embargo, poco antes de la hora final, la confesión de un tercero aclara el crimen y el casi muerto es ahora señalado limpio y libre. Al mundo de los buenos la historia le hace gracia, y acoge con una fiesta el retorno de la oveja perdida. La celebración, puedes imaginarlo, no acabará bien.
La hipocresía social, los pies de barro del sistema judicial y la impotencia amarga del individuo frente al Estado, son los tópicos vitales que amalgaman el desarrollo de El condenado a muerte. Stig Dagerman la escribió en 1947, a partir de un cuento homónimo publicado un año antes. Fue su primera incursión teatral, y se representó casi inmediatamente.