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ISBN 978-956-9455-55-1

Pentalogía de Los Andes

Autor:Barahona, Adrián
Editorial:Un Perro Negro SPA - Ediciones Askasis
Materia:Poesía chilena
Público objetivo:General
Publicado:2023-12-06
Número de edición:1
Número de páginas:142
Tamaño:12.5x25cm.
Precio:$12.000
Encuadernación:Tapa blanda o rústica
Soporte:Impreso
Idioma:Español

Reseña

Dentro de todo el atlántico sentido plasmado en este libro, se encuentra, primariamente, el sentido de la rebeldía ante lo divino, porque el guerrero es un espíritu que lleva una estrella en el pecho buscando siempre, así, la satisfacción de ser el propio dios. Hay, acá, un desacato de la individuación, de la búsqueda que, claramente, implica una batalla en contra del creador del paraíso, amén de considerar un final fatídico y agónico por lo que se hace imposible el propósito plenamente edénico. La idea del génesis es el latido de la piedra que rueda por el camposanto y el desierto. El autor llama a sí mismo a beber el eterno mareo, al susurro de la noche. Si no tuviese sombra no podría conocer(se). Nos adentramos en una epístola sagrada, un círculo embriagante que se hunde en las honduras de la tierra sacra, tan solo para nombrar y encontrar esa melancolía epicena: “encuentro por ahí una nostalgia perdida”. Por ello, se perfila, finalmente, una soledad infinita, do el humano chilla ante lo infinito y la noche. Es ahí, entonces, por el que se adentra el único eslabón, la poesía. Una poesía que se intelige a sí misma como retrato del abandono, y del erigir, por cierto, una nueva existencia, la de la oscuridad primitiva.
En este derrotero surge la visión de la transformación del sí mismo. El libro entero es esto, una vicisitud que se encamina a despojar a dios y a reconsiderar un nuevo ser humano: “me había transformado en lo que no quise ser y al mismo tiempo en todo lo que amé”. Es loable en este sentido el sello premonitorio del verso barahónico, pues lo que hay es un retorno al pasado para augurar un futuro pletórico de un sentido apátrida, que, finalmente, es pura liberación. Lo que se muestra es un añoso sentido de la plegaria, afán por renunciar al divertimento mundialista y volver a la religión del gusano, o sea, del Ku, tierra y Su, hijo. Este hijo de la tierra es el anhelo de quien habla, despersonalizado, abundante, envuelto por el manto dionisíaco del cabrío. Lo que se busca es la iniciación en la finis terrae, la lejanía de la espectacularidad, de su chatarra candente y de su relativismo subjetivista, planteando así una crítica insoslayable a la modernidad. Visto lo anterior, cabe indicar que toda la metáfora de “Pentalogía” es un magno gemido, esto es, de Gem, agarrar, estar lleno, con la idea de llevar una carga en el corazón. Se trata así de un estar perdido, en apariencia, porque ya no hay sentido, no hay gracia divina: “Con la santa alianza entre la angustia y la muerte”. Dado lo anterior, no queda otra cuestión que el reencuentro con lo abyecto, con lo que se encuentra abajo, supeditado por una fuerza que no es otra cosa que el cristianismo. Se podría decir que este libro es hijo del Anticristo, un ser que desea restituir los valores de antaño. Toda la cosmovisión se empala en el retorno. Lo que se quiere es devorar gramáticas, para entrar en el circo de los cuerpos infinitos.

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