Otras ciudades están prendidas a un cuerpo inestable
Edificios y carreteras son hitos de un paisaje irritado por la velocidad. En Otras ciudades están prendidas a un cuerpo inestable, los materiales con que se levanta la ciudad, la geografía natural y la composición de los cuerpos se entrecruzan y se invaden. Mezcla que produce y enfatiza la extrañeza, oscilante entre una melancólica constatación de las escenas que interrumpen la ciudad y la protesta en medio de los hacinamientos, los traslados y el espectáculo de la naturaleza como una postal, una mediación conservada para encarecer su consumo a medida que desaparece. La explotación, maximización del espacio urbano, que produce el desencuentro de sus pobladores y la imagen imposible de un espacio colectivo, estas escenas improntan un ritmo acezante, obligado a la verticalidad, la altura como verificación de un extenso sinsentido, o a la huida como transmisión de una falla entre restos.