Color a historia
Colorear el tiempo que pasa y nos deja, en una búsqueda de caminos y destinos fragmentarios; eso es «Color a historia» del pintor lotino Jorge Torres, una invitación a ser parte de sus obras como algo más que observadores. La memoria nos lleva de la mano por lugares escondidos al ojo del turista, pero que revelan la relación profunda entre Lota y el ciudadano de a pie. La intimidad del trazo, enfocado en develar la luz detrás de los sitios, nos recuerda el constante estado de ruina de nuestra identidad. Aquí, sin embargo, la ruina es un estado que, al igual que nosotros, es transitorio. Nada permanece igual; el patrimonio cultural vibra en movimiento continuo, destruyéndose y volviéndose a construir una y otra vez en el recuerdo.
En estas pinturas no encontrarás aves, vehículos, ni gente, pues su interés radica en revelar lugares y momentos, sin alterar la quietud de la tela. El teatro sin techo, la casa que ya no existe, la pintura de un barco que envejece en el agua o los cimientos del muelle, son todos estados efímeros de la materia, donde nos hemos hecho depositarios de nuestros vínculos. Imágenes que desaparecen, pero quedan en nuestras retinas; el pintor como historiador de su comunidad y la pintura como el fresco de una experiencia integrada en nuestro ser emocional. Cada cuadro es un fragmento de un paisaje incompleto, una oportunidad para conversar en torno a esos fantasmas del presente, que pronto ocuparán espacio en nuestro pasado, ya sea por su permanencia o desaparición.