El despertar del alma
Gracias a mis perros.
Estabas mirando desde el jardín de mi vecina y eras espantosamente hermosa. Sonreí, te guiñé un ojo y respondiste con otra sonrisa. Luego te acercaste a la cerca y me dijiste: "¿Paseos de perros? ¿Quieres que pasee los tuyos? ¿Es muy caro?" Pregunté. "Cinco mil por cada uno, media hora de paseo".
"¿Cuántos perros tienes?" Preguntaste. "Tengo dos". "¿Y dónde están?" "Les tocaba lavado, pero los traen más tarde". "Entonces, ¿estoy contratada?" Preguntaste con la misma sonrisa que me había cautivado. "Sí", respondí, "me ayudaría mucho. Siempre estoy corriendo para alcanzar a sacarlos un rato, y nunca es suficiente".
"Hoy es martes, ¿te parece que comience el lunes de la próxima semana con el paseo de mis perros?" "Perfecto", contestaste, y acordamos la hora en que los recogerías.
Fue entonces cuando salí desesperado en busca de un par de perros para tenerlos el martes cuando vinieras. Hoy tenemos cuatro, y el segundo hijo está en camino.