Afrodita y Helena
Dejar que los cuerpos entren en su desnudez es una forma de construir diálogos, de mirar más allá de los espacios objetivos, banalizados por una exterioridad que en ocasiones violenta al ser subjetivo, esa huella sinuosa que cambia el sentido de las cosas, el orden jerárquico impuesto por décadas donde la poesía pareciera erguirse con voz propia para decirnos que el ser trasciende lo causal, desde lo textual que se escribe dialogante y perpicaz, porque los cuerpos siempre serán esa luz entre la ilusión y la fantasía. De esta forma se construyen estos diálogos, a modo de cantos poéticos donde Afrodita, Helena, Atenea, Odiseo, Menelao y otros personajes van tejiendo un relato más allá de sus propios significados.
En Afrodita y Helena se construyen corpus dialogantes a través de entramados semánticos que se introducen en las deidades griegas. En ese espacio vital la belleza es una apuesta de sentidos donde la poesía continúa nutriendo este viaje por la historia, porque tal como señala el poeta David Hevia:
Los poetas se han dado en muy distintas liras
a soñar y tañer con versos este mundo,
y lo que haremos es metamorfosearlo.
Isabel Gómez
poeta