Memorias de un combatiente
Un horizonte de lucha
Presentación
Escribir sobre la lucha armada en el Chile de los años ‘80 representaba varios desafíos, cuando inicié la idea de escribir mis memorias, mi intención fue romper con el relato oficial de la transición de los años ’90, iniciado con Patricio Aylwin y los gobiernos llamados democráticos; era necesario criticar el discurso que sostenía que la dictadura se derrotó con un papel y un lápiz, tampoco podía utilizar el relato del fracaso y el duelo eterno de gran parte la izquierda chilena, que se resigna a vivir del pasado y conformarse con una democracia en la medida de lo posible, siguiendo la misma línea tampoco podía ser la historia de un combatiente jubilado porque no lo soy, la lucha siempre continúa para los revolucionarios y luchadores sociales.
Tenía claro sobre qué escribir. Ya había incursionado con algunos artículos en redes sociales sobre nuestra experiencia de combate en contra de la dictadura, claro que era muy poco y fragmentado, pero había algo por dónde empezar. Lo que más me costó fue tomar la decisión sobre qué género literario utilizaría. No soy periodista como para hacer un trabajo extenso de investigación; escribir en tercera persona era otra opción, lo que me protegería de las impresiones o de las historias fragmentadas, producto de los muchos años que han pasado (la memoria es frágil), lo cierto era que esta ultima opción me atraía pero no me convencía del todo: necesitaba un relato que tuviera la fuerza, la épica de los años ‘80, que representara a muchos, que recogiera las experiencias no contadas, que colocara en el centro a los actores como sujetos reales, con sus hazañas y grandezas, que recogiera la experiencia de combatientes, colaboradores, ayudistas como un todo en la lucha contra la dictadura, rescatar a los olvidados por tiempo, así como sus historias contadas a medias, ajustadas a la democracia pactada, donde de combatiente pasaste a víctima, para transformarte en un sujeto políticamente correcto, alejado del uso la violencia como arma revolucionaria, como alguien que nunca lanzaste una piedra, que no empuñaste un arma, que te rebelaste contra la dictadura solo como una respuesta mecánica, producto de la represión del régimen, negando el proyecto político del levantamiento popular, por una sociedad más justa, con una democracia popular y participativa, proyecto impulsado por miles de combatientes, en donde terminar con la dictadura era solo el primer escollo.
Me convencí que solo había una forma de recoger nuestras experiencias de lucha: escribir en primera persona, en forma directa, sin subterfugios literarios, sin adornar las historias con épicas imaginarias. Había que ir de frente, con la cabeza en alto, reivindicando cada acción, cada fracaso como aprendizaje, cada sueño como acción concreta, cada avance como acción de muchos, la memoria como horizonte de lucha.
Había que comenzar donde se forma la personalidad, donde se inicia la conciencia de clase en la infancia. Para escribir en primera persona tienes que saber de dónde vienes, cuáles son tus orígenes; los primeros capítulos transitan por ese camino. Luego se pasar a la adolescencia, a la conciencia política, siguiendo nivel superior sería la formación del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, el inicio del rodriguismo como identidad, como conducta de vida.
La construcción de nuevas estructuras combativas en el norte de Chile, son aprendizajes y registros colectivos únicos, así como el perder a los primeros compañeros en la detención y la tortura, como Mario Fernández, el transportista de Ovalle asesinado en un cuartel de la CNI en La Serena; el paso por diversos destacamentos, como el de la sexta región, y el de la quinta región, donde pasé más de dos largos años en la preparación del año decisivo, en el marco de la sublevación nacional, todas a los inicios de los años ’80: a la acción directa, a la militancia por los caminos de la rebelión popular de masas en el Frente Cero, continuando con la formación militar, con los primeros compañeros de ruta en la tarea militar, con las primeras acciones armadas.
Un
experiencias extraordinarias de organización y combate, escarbando en los detalles de nuestro caminar revolucionario, destacando el papel de combatientes, colaboradores y ayudistas.
Los últimos capítulos de esta obra, que no serán las últimas líneas, porque no es el fin de la lucha y mis experiencias de combatiente anticapitalista, están dedicados a la detención, la prisión política y la fuga en marzo de 1990 de la cárcel de La Serena.