Cuentos a la brevedad
En estos cuentos está expresada con absoluta confianza mi imaginación y también partes de las vidas de otros. Historias desgarradas en los muros de la calle. He sido observadora desde pequeña, no con el fin de observar en sí mismo, aunque también, sino que más para defenderme de un medio bastante áspero y desconsiderado con nosotras, las mujeres. Me refugié en la fantasía del crear para subsanar heridas de guerra provocadas por las bocas amargas de vecindarios resentidos. Los viajes en el transporte urbano, las calles de Santiago, las multitudes, los vacíos enormes de los días domingos todo esto confluyen para narrar cortas historias acaecidas en este mundo y el otro, que es igual a este.
Hay escritores reconocidos que me han dado su crítica a favor de mi literatura como Volodia Teitelboim cuando dijo de mis poemas que son singulares e irrepetibles, (cuatro años demoré en darme cuenta que la singular e irrepetible era yo, publicando mi primer libro en 1998).
O en la visita que hicimos a Armando Uribe a su casa me regaló un libro de poemas escribiéndole una dedicatoria y diciendo que a él no le gustaba solo poner “afectuosamente” como otros escritores, que él dedicaba tiempo para que fuese personal. Al irnos me dice que la escritura es la fuerza de las mujeres y que no lo olvide nunca.
Y en ese congreso del año 2000 de cine internacional, Alejandro del Río, un cineasta chileno radicado en Alemania,, en uno de sus viajes a Chile me dice; “por favorcito no dejes de escribir”, le había pasado una obrita de teatro que escribí en el siglo pasado.
Cuando me acerqué a Nicanor Parra, él, hacía clases en la universidad de Chile, me dice de mi poesía que tiene mucha fuerza y me invita a las clases que impartía en la carrera de Ingeniería de Minas al primer año de la carrera, también añade que él nunca le preguntó a nadie respecto de su escritura y claro pienso yo, cualquiera con apellido Parra puede hacerlo, porque quién le diría que no al hermano de Violeta Parra. Y en una de sus clases me pide que suba al pódium a leer uno de mis poemas delante de todo ese público “enteramente masculino”, tímidamente saqué mi poema más largo y lleno de amores, desamores y pasiones y lo leí. Noté cierta incomodidad, pero como era una de mis primeras veces, no le di importancia, hasta que en el intermedio, los estudiantes se acercaron a felicitarme por mi valentía. Qué extraño mundo es este. Ninguno de ellos está hoy para contradecirme.