La leyenda de Iwe
Cuando Iwe y sus dos amigos, Zoa y Tou, jóvenes miembros del pueblo sibonita, despiertan y se asoman por la madriguera donde se habían refugiado la noche anterior, contemplan con horror que los ejércitos del Imperio vírgaro marchan rumbo a la jungla, donde los pocos sibonitas que quedan se refugiaron tras resistirse a la dominación vírgara y ser aplastados. Iwe sabe que enfrentarse al imperio que ha validado su poder con armas de bronce, metal que supera en destructividad a sus primitivas armas de piedra y hueso, solo culminará en la total extinción de su gente. Es por esto que, en un intento desesperado por dar aviso a los ancianos y a Ogg, líder guerrero de su pueblo, y a la vez tratar de retrasar a sus hostigadores, ideará un plan arriesgado que solo podrá tener éxito con la bendición de Madre Luah; deidad que figura la relación armoniosa entre su pueblo y la tierra que los vio nacer.
Iwe enviará a Zoa con la advertencia, mientras que junto a Tou, se harán pasar por traidores. Pero entre sus planes, no cuenta con la presencia del príncipe vírgaro entre las huestes, y tampoco con la de un verdadero traidor sibonita que ya lo guía hacia el refugio, con quienes tendrá que lidiar e intentar ganarse su confianza. A pesar de una reticencia inicial, el príncipe empezará a creer en su palabra, y a interesarse por aquel pueblo al que considera “salvaje”. Iwe, por su parte, descubrirá que no todo es blanco o negro, y que en el enemigo también puede haber honor y sabiduría. ¿Lo disuadirá ese descubrimiento de cumplir con su objetivo oculto?