La herida abierta
Las mujeres de ese pueblo olvidaron el aroma de las flores, la textura de la tierra húmeda. Les corroe el deseo de ver nacer y la crueldad de volver a tener a la muerte respirándoles en pleno rostro. Por eso ellas prefieren el desierto, la sequía plomiza, las grietas sedientas. Prefieren las semillas bien guardadas, mirar tras el ventanal cómo otras intentan hacer vida. Ellas se saben con el gusto amargo de haberlo perdido todo.