Animal doméstico
«La memoria / no es / una mascota / la memoria es / un animal / salvaje», escribe Andrea Alzati en Animal doméstico. Y podríamos decir la memoria pero también la mente; pensar que la mente de estos poemas es un animal salvaje. Existen maneras de recuperar el asombro y leer este libro es una de ellas. El ojo se posa sobre las cosas como si las viera por primera vez –«hace un par de días apenas / conocí el mundo»– y los objetos más elementales emergen frescos, singulares e inauditos en su sistema de relaciones. Libre de las ataduras del entendimiento, la poesía de Alzati despliega un juego a partir de la imaginación, se trata de un mundo que quizá solo es posible en la poesía, un acto gozoso de lo que el poema puede y desea: el peso de lo doméstico es cubierto por una membrana que lo moviliza y que lo vuelve un campo de fuerzas.