La observaba todo el tiempo
Cuando una persona dice “me estoy volviendo loco”, es normal pensar que se refiere a un estado de angustia que lleva a dicha persona a su límite. Los problemas que atormentan a la humanidad y su capacidad de disfrutar de vivir se centran en miles de factores distintos, en los que pueden entrar fácilmente la pobreza, la organización incorrecta o insuficiente del gobierno para dar una mejor vida a cada territorio, el cambio climático, los conflictos familiares, el desempleo, el hambre, la violencia de género, entre muchos otros. Cuando una persona se desarrolla y alcanza la mayoría de edad, debe trabajar para sobrevivir, sustentarse, si es que no lo hacen otras personas que ya tienen con qué mantenerte. Y así comienza el mundo adulto, introduciéndote en el trabajo, en la relación con los demás, en la apertura de una puerta nueva hacia la etapa adulta del ser humano y todo lo que ello conlleva. Pero ¿qué hay antes de llegar a dicha etapa, tan importante, que define nuestro futuro? ¿Es realmente esta etapa la que define nuestro porvenir? Cuando somos niños, incluso antes de eso, cuando llegamos al mundo, podemos tener o no una familia. Ninguno de nosotros pidió nacer ni pidió la situación en la que hayamos nacido, sea buena o mala. No elegimos a las personas que nos hayan dado la vida, involuntaria o voluntariamente, nacemos por decisión, accidente, desgracia o alegría de otros. Y así es como nace una nueva persona en el mundo, cada segundo, cada año, cada siglo. Cada bebé debe crecer, pasar por su infancia y su adolescencia. La última etapa mencionada, es precisamente en la que quiero centrarme con esta historia, la adolescencia y la juventud. Los problemas que arrastran el mundo adulto a sus jóvenes pueden sentenciar el futuro de la humanidad de la forma más cruda posible, dependiendo, a veces, únicamente de una palabra, una actitud, una expresión, cuando los adultos tratan con sus niños, sus jóvenes, sus adolescentes. Es en esta etapa en la que nos centramos en las emociones y la mentalidad, en el que ambos aspectos de nuestras vidas definen nuestra perspectiva del mundo y de nosotros mismos, de lo que queremos y a lo que le tememos. Es verdad que hay problemas que son mucho más grandes, como los primeros que mencioné, que acaban con vidas humanas en el sentido literal o no de la expresión, día a día. Pero no significa que los problemas que plantearé deban minimizarse, en absoluto. Me refiero a los problemas del corazón, del desarrollo mental y de la personalidad, los conflictos internos de nuestras mentes más jóvenes, conflictos que expresan y alimentan lentamente de la mejor o de la peor manera. Y, es aquí cuando entran las peores expresiones de dichos conflictos que pueden acabar con estas mentes, distorsionarlas a su punto más trágico, a su punto más desgarrado, imposibilitando a los más jóvenes, mal llamados eternamente “inexpertos en la vida”, se manifiestan en forma de la pérdida de la lógica o la percepción de la realidad, en un patrón de la personalidad que los demás tratan como anormal: Los trastornos de la personalidad. Cada personaje principal de esta historia padece de uno o más trastornos de la personalidad que dan lugar al desenlace fatal de la misma. La personalidad se expresa por un estilo propio y patrones específicos de pensamiento, sentimiento y acción. Cuando los rasgos de personalidad son inflexibles y comienzan a causar problemas por la conducta mal adaptativa y conflictiva en el área laboral, familiar o social, se habla de un trastorno de la personalidad.