Reseña

“Tal vez los cuerpos han sido hablados siempre bajo una mirada, que los vuelve extranjeros de sí mismos. La tensión de la exterioridad e interioridad, como la carne y el espíritu les dejan aún
más en ciertos exilios o insilios, en que el lenguaje asume la tarea de volverlos a mirarse; de volvernos a mirarnos, para volver a decirnos. Tarea, que se vuelve imposible desde la pura individualidad o una subjetividad sumida en el desconcierto de una racionalidad moderna. Así, la poesía no sería más que un camino, por el que nos adentramos a las mismas tensiones descritas, para salir a la búsqueda, a la construcción o descubrimientos de nuevos umbrales,
senderos o huellas, para volver a decir-nos. Y Eros, se viene mostrando en estos poemas, como la materia más primigenia, como los materiales tan iniciales como fundantes en la simpleza de nuestros cotidianos; de nuestros cuerpos cotidianos; donde el amor entre unos, se en-vuelve en
tantos. Tal vez las hojas escritas en un corazón, como estos poemas, con cierto lirismo temático iterativo en el sentir, sean la posibilidad de abrirnos a esos múltiples nuevos sentidos y significados. Así, como dicen algunos versos: “Comenzó en las hojas que caían del árbol de
otoño; el viento las hizo correr entre las calles hasta encumbrarlas en remolinos, como si fueran dos cuerpos abrazados en un beso, que podía atravesar todas las miradas que la vigilia los mantenía secos; Fueron las hojas secas, que el aire levantó en dos cuerpos amantes , para
traer toda el agua de invierno y todas las semillas de una primavera”