QR [Factotum]
yo, mauricio vico, comencé a escribir estos cuentos cuando me encontré con Vicente Torrealba, producto de esa casualidad. Con el tiempo se transformaría en una extraña amistad. No sé si fue para mejor o peor. El tiempo lo dirá.
Sucedió una de las tantas veces, después de una extenuante jornada de trabajo, cuando iba a tomar un pisco sauer a un conocido restaurante en Providencia con Manuel Montt. Siempre era el mismo rito, los sábados tipo once de la noche, en la barra, allí “solitario triste y nal”, comiendo un poco de maní junto a la copa de sauer.
Una de esas noches se sentó a mi lado un extraño, luego de un momento comenzamos a intercambiar algunas palabras. De varias conversaciones y de muchos sábados seguidos
supe su nombre, también su apellido: Vicente Torrealba. Así, empezó una profunda amistad, resultado de la embriaguez de varias copas.
Con el tiempo, sin querer comencé a ponerle atención a sus andanzas de todo tipo; viajes, encuentros, huidas, relaciones de parejas, fracasos, triunfos, estudios de literatura, artes, música, hobbys y muchas lecturas. Alguien podría decir, un humanista neorromántico, perdido entre el siglo XX y XXI.