Memoria en tres cuentos
En la población Joao Goulart de La Granja, en mi niñez y adolescencia sucedían tantas cosas y con tantos detalles que siempre me gustaba tratar de entenderlas. Me entretenía mirar a los mayores que se paraban en la esquina del pasaje, conversaban, reían y discutían de diferentes temas, o esperaban a sus potenciales enamoradas adquiriendo poses de galán, a veces con éxito y la mayoría no. Yo observaba más que hablaba. Luego, ya mayor, en los viajes por diferentes lugares, incluso fuera del país, se me abrió un abanico mayor de escenarios que se grababan en mi memoria. Un día empecé a escribir esas vivencias, la lucha contra la dictadura en los años ochenta me ayudó a ser un narrador social, y bueno, estos tres cuentos son parte de ello. Un día pensé que podría reforzar los escritos de forma más lúdica, acompañarlos con imágenes. Pedí ayuda por el redes sociales, tuve varias respuestas, pero el más decidido fue Oscar Gallardo, “Perro 22”. Le mandé unos cuentos y rápidamente hizo unos bosquejos a su entera pinta. Me gustaron, e hizo todos los dibujos de este libro, se los agradezco sinceramente, no aceptó nada a cambio, fue rotundo en eso, dijo: “los hago con gusto y punto”. Por mi sensación de estar en deuda con él, le pregunté “¿cómo empezaste a dibujar?” Me contó una historia de su infancia muy bonita: su primer dibujo fue una pantalla de TV en la pared estucada de su pieza, con tiza. Solo había una TV en el living de su casa, y lo mandaban a la cama temprano. Entonces en su imaginación, acostado, seguía viendo tele, como pintada en la pieza, con imágenes que iba pintando y cambiando. Gracias, Oscar.