Efectos secundarios
En Efectos secundarios, Larissa nos presenta a la jueza Espíndola («su señoría»), quien entra en crisis tras darse a conocer la macabra noticia de la muerte de una niña derivada por ella a un centro donde termina siendo asesinada. Esto le provoca una serie de trastornos y se ve obligada a ver a una psiquiatra.
La niña-víctima es Catalina Navarrete y la voz narrativa, a cargo de casos como el de Catalina, revela el telón de fondo: el temido Servicio Nacional de Menores.
De este modo, la narración nos ofrece no solo el caso de la víctima más evidente (Catita), sino que subraya la seria condición que desarrolla la jueza, su ineludible deterioro mental y físico, permitiéndonos ver que ella es también una víctima de un sistema degenerado, donde la precariedad lleva al extremo de analogar el sistema para menores a una verdadera maquinaria de destrucción transversal.