Habitación de espejos
La hablante lírica enfrenta la pandemia por COVID 19 en soledad en la que fuera la casa familiar. Este refugio se convierte en una caja de resonancia de lo que sucede en el exterior (crisis sanitaria, social, peak de contagios y muertes). Las paredes de su habitación sin ventanas, y en
especial los espejos que ha instalado para disipar la oscuridad tanto real como simbólica, amplifican los mensajes externos y crean ecos de sus propias reflexiones y búsquedas internas, los recuerdos de sus años juveniles y la distancia tanto física como emocional de aquellos a quienes ama.
Como se advierte en el primer poema, la hablante establece un símil entre ella misma y la figura de un árbol, cuyo tronco hueco evoca simbólicamente la matriz del útero que puede vaciarse del pasado, sus amarras y dolores, y desde ese vacío renacer. Esta alusión al árbol se encuentra en varias referencias, como las raíces que se hunden en el origen de la tierra y lo elemental de la existencia, o los brazos como ramas que se extienden en el afán de tocar, de recrear la experiencia sensorial del contacto con los otros vetada por el aislamiento necesario. Así como los árboles renacen cada temporada, incluso desde las cenizas de un incendio, la esperanza de una salida a la crisis gatilla el deseo de fortalecerse y construir una nueva vida.