Los poetas no inventan los poemas
El divague –que algunas veces alcanza una forma de delirio– es la voz principal de estos poemas descompuestos en la hoja, como ideas difusas que aparecen en las fantasías de un hombre solo con la mente inquieta, en un espacio doméstico.
La presencia de otros seres –humanos, no humanos; tangibles, no tangibles– y el registro de las horas muertas donde, aparentemente, no sucede nada, son algunos de los asuntos que merodea el hablante a lo largo del libro.