Reseña

Chile es un país sísmico. Ubicado al borde del encuentro entre dos placas
tectónicas y siendo parte del llamado Cinturón de Fuego del Pacífico, nuestro
país convive cotidianamente con las persistentes sacudidas del suelo, que ya
forman parte de lo que signifca estar o vivir en este lejano rincón del planeta.
Dentro del territorio nacional, la ciudad chilena de Chillán y su evolución
urbana están estrechamente ligadas al ámbito sísmico. Sin ir más lejos, la noche del martes 24 de enero de 1939 el suelo chillanejo y sus alrededores se
vieron afectados por un potentísimo terremoto de magnitud 8.3 grados Ms,
que ocasionó no sólo la casi completa destrucción de la ciudad, sino también
la muerte de miles de personas. Esto ha sido catalogado como el más grande
desastre humano causado históricamente por un sismo en Chile1.
Del mismo modo, y debido de igual manera a los terremotos y los cuantiosos daños causados por éstos, la urbe de Chillán se vio obligada a cambiar
su lugar de emplazamiento citadino dos veces, específicamente a raíz de los
grandes sismos ocurridos en mayo de 1751 y febrero de 1835. A este respecto,
el traslado de la ciudad generado por este último terremoto tuvo tales efectos,
que, sin más, sus consecuencias se pueden percibir aun en nuestros días, con
la existencia simultánea de un Chillán propiamente tal y una comuna inmediatamente vecina y conocida como Chillán Viejo.
Por esta razón, a la vez que siguiendo en la senda creada a partir de nuestra
investigación historiográfica de 2017 acerca de los terremotos que han azotado
a la relativamente cercana ciudad de Concepción2, creemos pertinente iniciar
ahora un trabajo investigativo del mismo estilo, centrado en esta ocasión en
Chillán, la actual capital de la Región del Ñuble