Volver a nombrarme
Antología poética
La poética de Miquea navega entre la búsqueda de las palabras, la conciencia de la propia fragilidad y cierta condición innombrable de lo político, en el sentido de que realiza un rescate de la memoria mediante recursos expresivos que eluden la referencia directa o la nombran tangencialmente. No sabemos si es el resultado de un cierto pudor frente al relato del mal (lo que Coetzee señala en Elizabeth Costello: mostrar el horror es un gesto obsceno), la elusión del panfleto o es que tal vez prefiera buscar la atenta complicidad del lector. Pero acaso siempre es así y no hay otra forma de escribir y leer que no sea mediante el guiño que el autor le hace a quien visita sus páginas. Aunque es evidente que en este caso el poeta exige un esfuerzo mayor, porque no llega con un chiste fácil ni un discurso sentimental para conmover a la audiencia.
Esa es su gracia, su gran impronta verbal y vital, que desde su primer libro hasta los poemas inéditos de Samosata y su modo de contar historias lo definen como un poeta singular en el panorama de la poesía chilena, por la contundencia de su lenguaje, la cuidada confluencia de tradición y ruptura, que juega en los límites de lo clásico y lo vanguardista, sin perder de vista esa humanidad, precaria y frágil, que se quiere rescatar en esos ejercicios de escritura que buscan con antiguas o renovadas palabras una forma auténtica de nombrar y de nombrarse.