La morada de la luz
Julio Vásquez Cortés, historia de un coleccionista anómalo
El texto aborda varios temas de singular interés en la pintura chilena del siglo XX. En primer lugar la historia de Julio Vásquez Cortés a quien hemos llamado, con justificadas razones, como un “coleccionista anómalo”. Don Julio, que fue un empleado público, calígrafo del Ministerio de Relaciones Exteriores, logró reunir con perseverancia y pocos recursos un importante conjunto de obras de los artistas pertenecientes a la generación de 1913. Se trató de una acción de coleccionismo focalizada en un grupo de pintores chilenos, en su momento de escasa cotización en el mercado local, vinculados al coleccionista por lazos de amistad y parentesco.
La progresiva importancia de estos pintores en la historiografía artística local y la circunstancia de que se le singularice como un grupo de perfiles estéticos y culturales coincidentes, dice relación con el hecho que su producción artística, como conjunto, no se desperdigó, pudiendo ser reunida y proyectada por la acción de este coleccionista. Fue así como en 1958 la colección fue recibida por la Universidad de Concepción, formando parte sustantiva de su Pinacoteca.
Este texto es un eslabón necesario para conocer un poco más a este singular coleccionista, su sensibilidad e inquietudes, comprender también cómo fue conformando su colección y cómo, finalmente, los cuadros llegaron a la Pinacoteca penquista.
Los antecedentes que construyen el presente texto provienen, principalmente, del Archivo del crítico español Antonio Romera, con quien don Julio tuvo una relación estrecha. Las cartas que le enviara Vásquez Cortés a Romera, entre 1952 y 1958, han sido sustanciales para construir este relato.