Reseña

Una vez le dije a un proyecto de escritor que creía tener entre sus manos algo tan importante como Los Miserables, En Busca del Tiempo Perdido, El Extranjero, La casa verde, El Coronel no tiene quien le Escriba, El Sonido y la Furia o Hijo de Ladrón, que todo lo bueno ya se había escrito. Que los narradores excepcionales, esos que demoraban hasta veinte años en terminar una obra, bien corregida, habían muerto con el internet y el inmediatismo de las editoriales. Que la suya era una novelita entretenida y punto. “Nunca hay que descartar auto publicarse y darla a conocer entre los amigos… Debes trabajar más el lenguaje que le impusiste a tu historia. Ahí está el secreto de las buenas novelas… Quizá, más adelante, cuando creas tener algo contundente, tráemelo. Eso tienes que verlo tú”, recalqué mientras el joven apretaba su manuscrito para evitar las lágrimas. No sé si cometió suicidio, dejó de escribir o quiere taparme la boca y está delante de una hoja en blanco exigiendo a los duendes de su imaginación que lo ayuden en serio. Ojalá que así sea.